13 de marzo de 2015

LA CHICA DEL VESTIDO ROJO





Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
"Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno"
Luis Alberto de Cuenca


La chica del vestido rojo sonríe a la mañana,
bajo sus pestañas lleva esperanzas y presentes
y en su pelo caracolas y olor a brisa marina.
La chica del vestido rojo tiene suave la piel,
en ella dibuja miles de estrellas y yo escribo versos
mientras desnudo su cuerpo como quien desviste
un sueño inalcanzable.
La chica del vestido rojo tiene labios con forma de deseo,
tiene en la voz la dulzura del cielo despejado de Madrid
y el calor del sol de verano al entrar por la ventana.
La chica del vestido rojo no es mía, no es de nadie,
aunque quisiera que sus ojos al despertar
se cruzaran con los míos y nuestras ganas se mezclaran
hasta confundirse y no saber dónde acaba su espacio
y dónde empieza el mío.
La chica del vestido rojo llega mecida por la marea urbana
y yo quiero besarla en cada esquina de la ciudad que nunca duerme,
quererla hasta el día que lluevan ausencias como gotas de rocío.
La chica del vestido rojo se enamora de poemas y canciones,
sus manos canela se enredan confundiéndose en mi pelo
y yo soy como esa fina arena de playa
que recorre sus formas de musa cuando nadie nos mira.
La chica del vestido rojo eres tú
y yo sólo quiero entrar dentro de tus fronteras,
quiero olfatear bajo tu cintura y ser ese murmullo
que te arrulle cuando el silencio de la noche
lo llenemos de caricias y gemidos
y nuestra cama sea el paraíso
donde van a parar los deseos imposibles.

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