18 de febrero de 2015

¿QUIÉN SOY YO SIN TI?




Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
Porque me miro en el espejo
y no me reconozco,
los escaparates por la calle
me devuelven la imagen
de un desconocido, de un loco,
de un transeúnte solitario
vagando sin rumbo por las arterias
de esta ciudad que se consume
por no tenernos juntos.

Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
Porque sigo respirando todavía,
sigue latiendo este trozo de carne
que llevo dentro del pecho,
pero lo siento vacío, roto,
hecho un mar de escombros
bajo los cuales estoy sepultado yo,
esperando tu rescate, tu auxilio,
esa luz de tus ojos que me diga
- He llegado, siento el retraso -

Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
Porque no siento nada especial
si follo y no es contigo,
porque las puestas de sol
no traen el abrigo de tus besos
y los tejados no se incendian si los miro,
porque tengo grabado el olor de tu cuerpo
y a veces duermo abrazado a tu fantasma.

Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
Si la luna no me mira con tu cara,
si cada paso que doy me aleja aún más de verte,
si mis noches en vela son por ti
pero nunca contigo, amor,
si tengo que inventarme tus abrazos
cuando me atrapa este hielo del invierno,
si me dejo los grifos abiertos de casa
para tener quien acompañe esta soledad
tan de lija y sal en las heridas.

Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
Si a pesar de mis años de vida
soy un recién nacido en este mundo
sin tu voz y sin tus pechos pequeños,
si vivo a cámara lenta
porque me dejé las prisas al desabrochar
tus vaqueros en el baño de aquel bar,
si uno y uno no son dos
si no completas tú la suma,
si te mentiría si te digo que empiezo a olvidarte,
que ya no significas nada.

Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
¿Cuántas horas muertas gastadas
en imaginar el fuego de tu sexo empapado?
¿Cuánto esperma desperdiciado
en los polvos que tú me faltas?
¿Cuánto de verdad hay en mis labios callados
y cuánto de mentira en los que te besan ahora,
en aquellos que imaginas y quieres que te besen?
¿Cuánto tiempo más sin tu boca?

Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
Si este poema lo empecé a escribir anoche
y está amaneciendo fuera,
si mis manos cansadas quisieran
tocarte desnuda,
si a veces me río por no llorar
cuando me viene a la cabeza el eco
de tu risa de musa,
las letras de aquel te quiero
que escribí con los dedos en tu espalda.

Y ahora, ¿Quién soy yo sin ti?
¿Quién es la dueña de mi sonrisa?
¿Quien acude a taparte el frío con caricias?
¿A quién le respiras en la cara mientras sueñas?
¿Quién puedo ser yo sin ti
salvo un extraño en un cuerpo que empieza
a consumirse con el paso del tiempo?

Te dedico mis buenos días y este café,
éste que ahora te escribe
soy yo sin ti, igual pero diferente,
como la estela de un cometa
que se dejaría arrebatar el brillo
por estrellarse y arder entre tus piernas,
si preferiría morir por un empacho de tu piel
que por este hambre de ti que siento,
que hasta mis cromosomas te echan de menos,
que mis poemas se han vuelto insoportables
desde que amenazan la tormenta de tu ausencia
y hay ceniza de mis cigarros por el suelo
a la que a veces envidio
por no sentir, por no extrañarte.

17 de febrero de 2015

NADIE BESA AL PERDEDOR




Mi vida no es un combate de boxeo,
ni siquiera me subo al ring a pelear
cuando las opciones de vencer son escasas,
siempre arrojo vencido la toalla a destiempo
convencido de que, a la larga, es lo mejor.

Mi vida no es una carrera de fondo,
ni siquiera sé si debo echarme a correr,
siempre pensé que era cosa de cobardes,
ando siempre en círculos, no tengo remedio,
soy hombre de movilidad sentimental reducida.

Mi vida no es una partida de cartas,
nunca apuesto por mí a número ganador,
no hago trampas, no escondo un as en la manga,
me es imposible fingir pasión, alegría o tristeza,
ya lo has visto mil veces, nunca sé ir de farol.

Y luego ando arrastrando mis daños
por las esquinas rotas de la tristeza,
lamentando mi maldita mala suerte,
la brevedad de las rachas de viento favorable,
la nula relevancia del papel de actor secundario.

Pero ya lo dijo una vez Lapido:
a la hora de la verdad, nadie besa al perdedor.

11 de febrero de 2015

TRABAJO DEL DESTINO




A veces quiero decirte que echo de menos tenerte en casa,
que cada día de este invierno apuñala con furia mi pecho
porque sin ti el frío se vuelve enfermedad crónica y duele,
a veces quisiera tenerte desnuda tumbada en la cama
y convertir cada rincón de tu cuerpo en un lienzo vacío
donde escribir todos y cada uno de los versos que me inspiras:


"Que tu abrazo sea la camisa de fuerza de mi locura"

"Plántame en una maceta y ven a lloverme"

"Atraes mis besos con la fuerza de gravedad
de cada uno de los lunares de tu espalda"

"Abre los ojos, ilumina mi madrugada"

"Mi corazón quedó atrapado en el túnel de tu boca"


Pero el tiempo es un asesino de pasados breves y fugaces
y ahora es conveniente que yo sea un silencioso espectador
que observo y tan sólo escribo pensamientos en mi cuaderno,
guiado por una brújula que ni siquiera funciona
o por la rosa de los vientos de tu sexo que recuerdo de memoria.

No. No más versos de ti. No funciona. Que el destino haga su trabajo.


"Sólo me gustas dos veces al año: cuando llueve y cuando no"