14 de mayo de 2015

HOJA DE RUTA




Habré de descubrir los misterios escondidos entre tus sábanas.
el tesoro oculto que guardas con celo bajo tu ropa interior,
el sabor dulce de las horas muertas naufragando en tus pupilas.

Si tengo suerte conoceré el secreto mejor guardado de tu cuarto,
el lugar donde dejaste aquel regalo que te hizo tu ex novio,
quizás este poema, que será tuyo, lo tengas en tu mesita de noche.

Me aprenderé de memoria el mecanismo de cada broche de tus sujetadores,
mis dedos dibujarán a oscuras constelaciones en cada marca de tu cuerpo
y, cuando estés despistada, me instalaré en tus aurículas y bombearé tu sangre.

Recorreré despacio cada rincón mojado de tu cuerpo encendido,
me perderé en el palpitar acelerado de tu pecho mientras te beso
y me haré mil preguntas que no necesitan respuesta porque tú existes.


10 de mayo de 2015

NUESTRO ÚLTIMO VUELO




Conoces todo de mí, sabes de memoria el camino a mis secretos, el baúl donde guardo esos miedos que nunca cuento pero que me habitan, que nadie ha visto excepto tú.

He viajado a muchos cuerpos, he facturado mis maletas en demasiados aeropuertos, cargando de más el equipaje de mano para no suponer un obstáculo durante los vuelos, me he bajado en marcha demasiadas veces, aunque afortunadamente nunca ha fallado el paracaídas y he tocado tierra sin dejar mi rastro de forma innecesaria.

Pero contigo no, contigo fui incapaz de esconder nada, antes de despegar pasé por la aduana todo mi ser, introduje mi vida en el escáner de tus ojos y tu alma y te dejé verme tal y como soy.

Quizás no haya sido el vuelo más inolvidable de nuestras vidas, quizás hayamos tenido algunas turbulencias, momentos de pérdida de altura... Pero ha sido bonito.

Llegado el momento del aterrizaje me bajo de tu vida con una sonrisa, sabiendo que dejo atrás una parte importante de mí que queda a buen recaudo, sabiendo que tu terminal es casa siempre que lo necesite, que te tengo y me tienes, que nos tenemos.

Tal vez no como imaginamos aquella primera vez que volamos juntos, pero paso a paso hemos podido crear un puente aéreo que está listo para ofrecer vuelos regulares en primera clase a dos personas que se quieren sin importar nada más, que no se han puesto condiciones ni letra pequeña, que no necesitan pasar detector de metales (ni de mentiras) porque se han aprendido de memoria y se han confiado la vida, pero que no han cerrado sus pistas al resto de vuelos porque vivir es eso: un continuo ir y venir de las nubes, viajes de ida y vuelta a otras vidas, retrasos y aterrizajes forzosos, quizás vuelos de larga distancia, el jet lag al bajarse en alguna ciudad exótica y tal vez, sólo tal vez, algún viaje sin retorno, algún día.

Lo que quiero decir es que te cuides, que abras bolsos de mano en otros aviones, que vigiles quién te transita pero que no seas demasiado estricta en los controles de seguridad, porque un corazón nunca se sabe cuándo va a acabar rindiendo las armas y diciendo que ya es suficiente, que ya ha llegado al destino. Que tú y yo no hemos sido ciudades del amor sin billete de vuelta, pero siempre seremos ciudades de paso, de negocios, de ocio y tiempo libre, de viajes como amigos y, si el destino es propicio, hasta de viajes del Imserso.

Esta es la última vez que te traigo a mí de esta manera, que mis controladores echan de menos tus vuelos nocturnos, que maniobro con mis auxiliares de pista en tus cercanías y anhelo una vida a tu lado.

Pero basta de metáforas, que la vida nos lleva siempre por caminos raros, que diría la canción, y que bastante dura es ya como para transitarla sin una mano amiga. Que vivas, que disfrutes, que vivir es eso, un continuo ir y venir de las nubes, que fuiste musa y amiga, que te quedes como amiga, que como musa visites otros mundos, que lleves siempre tu sonrisa como bandera, que aquí dejo siempre la luz encendida, que siempre hay un oído para ti, que aquí cierro, con un punto y aparte, este capítulo de nuestras vidas. 

Que éste será (esta vez sí) el último poema que me inspiras y éste de aquí...

el último verso que te escribo.

7 de mayo de 2015

HISTORIAS BONITAS CON FINALES TRISTES




Madrid está tan bonita y brilla tanto esta noche que parece que aún la paseo de tu mano como aquellos días de invierno cuando me cogías del brazo para evitar los tropiezos, cuando los dedos se te congelaban y yo los envolvía y los besaba para darte calor.

Paso cerca de Chamartín para que no se me olvide el olor a despedida que he respirado ya demasiadas veces, ni el rumor creciente de los trenes que en ocasiones he dejado escapar o de los que me he bajado en marcha antes de terminar el viaje. 

Me subo al metro para hacerme ver a mí mismo que lo que ahora es dolor pronto acabará siendo esa voz en off que recuerda que la vida es una estación en curva y que hemos de tener cuidado para no introducir el pie entre el amor y el dolor que nos deja cuando se acaba. 

En Barajas los aviones despegan como si el hecho de volar fuera fácil, como si no costara alzar el vuelo después del último aterrizaje forzoso en mitad del mar. En la zona de llegadas hay gente nerviosa, hay lágrimas de alegría, hay vida... Hay una chica que sostiene un cartel con mi nombre en sus manos, pero aún no puedo decirle que he llegado sano y salvo a tierra, me da miedo estrellarme en su sonrisa y que no seas tú.

Vuelvo de camino a casa y me dejo caer en todos los garitos en los que me olvidé conscientemente las ganas en tus labios y en tus ojos del color del ron para que me embriague tu recuerdo, tan sólo por el puro placer de sentirme afortunado por llevarte dentro a cada instante, aunque apenas te sienta, aunque apenas me abrase la memoria de tu tacto, aunque sepa que me espera el desierto de tu olvido y tu indiferencia. Pero siempre me ha  costado mucho más llenar mis pulmones de viento nuevo que del viciado aire de tu boca, perderme borracho en calles que no tienen tu risa que saberme de memoria y con los ojos cerrados el camino a tus pechos, cerrar historias bonitas con finales tristes que bares infames.