22 de junio de 2013

MADRID ESCONDE SECRETOS



Donde el deseo viaja en ascensores,
un agujero queda para mí,
que me dejo la vida en sus rincones,
pongamos que hablo de Madrid.
Joaquín Sabina

Madrid guarda en sus calles
tus pasos de chica perdida,
guarda la dulzura con la que
agachas la mirada cuando hablas:
tu voz es un pastel de Belem…
Madrid esconde la forma
tan sexy que tienes de liarte
los cigarrillos,
esa puta forma de sonreír
y hacer que explote la noche,
de levantar los brazos
y que tu camiseta se suba
para dejarme ver tu ombligo…
Dios… ¡Tu ombligo!
Imposible parar de mirarlo
y desear besarlo.
Te juro que nunca he visto
a ninguna otra mover el culo
de una forma tan brutal,
que nunca he deseado perderme
en unas calles tanto
como en esa que conduce
a tu entrepierna.
Tus ojos son dos enormes
acordes de un fado,
tienen la belleza de las cosas
que parecen tristes
pero por dentro son de colores
y revolotean nerviosos
como dos colibríes.
Algún día acabaré perdiendo
la vergüenza (la poca que me queda)
para agarrar tu pelo negro,
acercarte a mi cara
y comerte esos enormes labios…
Besarte debe ser algo así
como ver desembocar el Tajo
en las playas de Lisboa:
no saber dónde acaba lo dulce
de tu boca y dónde empieza
lo salado de tu saliva…
Madrid esconde secretos,
tantos como habitantes,
en uno de ellos estoy yo
llamando a tu puerta…
Postdata:
es cierto, te recuerdo en mis noches
más oscuras
y en mis días más claros
y viceversa…

12 de junio de 2013

YO SOY EL QUE DISPARÓ A CUPIDO


Yo soy el que disparó a Cupido,
soy ese que aborrece los amores
por costumbre y por rutina,
ese que prefiere antes el calor
de una barra y tres cervezas
que la seguridad incierta
de un amor descafeinado.
Yo soy el que disparó a Cupido,
soy el que se refugia
en coños de una noche
para protegerse de las heridas
y el dolor de cabeza
de las relaciones eternas
que sólo duran unos meses.
Yo soy el que disparó a Cupido
y lo hice con la consciencia
del que se ha cansado
de esperar a que llegara la buena,
del que anhelaba un amor infinito
y sólo ha conseguido acabar durmiendo
con una vaina vacía que tenía su forma.
Yo he matado a Cupido,
os he liberado de una vida
llena de mentiras,
de caricias de hielo,
de besos con espinas,
de vivir para siempre
con un corazón en el pecho
al que le han recortado las esquinas
y late por el simple hecho
de mantenernos con vida.
No me deis las gracias,
no las quiero,
yo soy el que disparó a Cupido
pero lo hice por mí,
para vengarme de años de fracasos
y expediciones fallidas
a cuerpos que no me aportaban nada
y a corazones coraza
que ocultaban mentes enfermizas
y retorcidas.
Y ahora condenadme si queréis,
ponedme las esposas,
metedme entre rejas,
que mientras sepa
que ese cabrón con alas está muerto,
mi alma será libre
y por las noches dormiré tranquilo
sabiendo que un “te quiero” es un “te follo”
y la eternidad dura
lo que tardes en llegar al orgasmo.

6 de junio de 2013

AMORES TÓXICOS


Viví al borde de tus pupilas
con el pánico constante
a tener que caer en el abismo
que encerraba tu abandono,
en ese charco de barro
lejos del abrigo de tus besos.
Ya probé una vez la dulzura
del carmín de tus labios
como quien prueba
la comida del césar sabiendo
que puede contener
el veneno que acabe con su vida.
Y no vacilé un segundo
en devorar esa lujuria roja,
esa pólvora con la que cargas
tus armas de mujer fatal,
con la que dibujabas una línea
hasta mi corazón
y te sentabas a ver cómo explotaba.
Y no me importaba
pasar el día observando desde fuera
como intentabas encender la mecha
que acabara con lo nuestro
y a veces hice de bombero
o de extintor contra el fuego,
sabiendo que apagar una llama
no significaba haber vencido
al incendio.
Pero como aquel
que tras la caída del telón
decide que se ha cansado
de los papeles románticos,
así me cansé yo del teatro
de nuestra historia
y bajé la guardia
para que en un descuido
tu olvido me tragara
como un agujero negro
devora las galaxias,
así de pronto,
sin oponer resistencia.
A veces el único que no quiere ver
el final del cuento
es el que tiene que dar el paso
y matar al protagonista
para que los títulos de crédito
otorguen la libertad
a la malvada bruja.
Y en la oscuridad del escenario,
viendo recoger a los tramoyistas,
me levanté y salí del edificio
acompañado de un silencio
similar al de tu boca,
esa que sólo repetía
el mismo sonido que mi eco,
                                                     eco
                                                         eco…