Y al tercer día…
Resucité de tu
ausencia,
me hice fuerte y
aprendí
que hay cosas que es
mejor
borrar de la memoria.
Me levanté el
optimismo,
le robé horas de
sueño al colchón,
sequé las lágrimas
y grité tu nombre.
Fue la última vez…
Después de eso nunca
más
volví a recordarte.
Ni siquiera ahora sé
cuál es tu nombre,
ni que sabor tenían
tus besos
o la seguridad que
encontraba
entre tus piernas.
Mis dedos han
arrinconado
el tacto de tu piel
y no te extrañan.
Al tercer día
supe que tu olvido era
mi suerte,
como tú fuiste a
ratos
la suerte de mi vida.
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