Al principio
fue el vacío, la ausencia de esperanzas y deseos, la nada infinita, la locura
interminable de los días desiertos, la oscuridad cegadora que, a veces, todavía
me asalta cuando me faltas.
Y se hizo la
luz una tarde de noviembre. Creo que era de noche y te juro que vi salir el
sol. Colores, matices y tonos que el mundo no ha conocido porque no te han
visto como yo puedo verte. En aquel momento insuflaste vida dentro de mí y supe
lo que era respirar.
Me llevaste
a crear el universo en siete segundos, en cada una de las esquinas donde nos
comimos la boca, en cada cruce de caminos donde la decisión era fácil: o tú o
el mundo, sin saber que el mundo dejó de importarme en aquel instante.
Creaste el
mar, el vaivén de las olas, la sal de tus besos, las cordilleras alcanzables de
tus pechos, el valle fértil de tu vientre, la seguridad de tus manos cogiendo
las mías como si fuera a salir corriendo... ¿Pero por qué querría huir de ti si
era de barro y me hiciste de carne, si tenía perdido el rumbo y tu piel me
mostró el camino?
Y creaste
los animales de mi pecho, los que laten con furia y avidez cuando te pienso,
los peces vivos de tu sexo que guardo en las aguas turbulentas de mis
recuerdos, creaste mi futuro a tu imagen y semejanza, creaste la risa atronadora,
los finales felices y, cuando todo parecía creado ya, me regalaste la magia de
las noches de orgasmos infinitos hasta el amanecer y vuelta a empezar.
Ahora, desde
este éxodo de tu distancia, pienso en aquellos a los que les mostrarás que es
posible hacer de una cama el paraíso y no prestarán atención más que al placer
efímero, porque no pueden hacerte feliz aquellos que creen que eres un ser
humano corriente, sólo puede lograrlo aquel que te vio levantar el cosmos
aquellos días, que sabe que puedes dar la vida y que espera, sin importar cuánto
tiempo pase, que sigamos escribiendo esta historia, nuestra historia.
Sentados al
borde del eterno amanecer que nos aguarda juntos, te regalaré días de primavera
en tus caderas y, para fundirnos en un sólo cuerpo, abriré tus piernas y te
comeré con lujuria, entraré en ti a diario para que el eco de tus gemidos recorra
planetas, astros y lunas, para que permanezca indestructible la onda expansiva
de nuestro big bang íntimo y único.
Todos los
demás que se vayan al infierno, a ellos sí les tocará vivir el apocalipsis de
tu desmemoria, se estrellarán en el impenetrable muro de tu corazón único y
mágico, sufrirán el invierno de tu olvido y serán absorbidos por ese agujero
negro donde se pierde aquello que no está destinado a ser para siempre.
Nunca había leido un génesis que em dejara tan buen sabor de boca.
ResponderEliminarBuenas tardes César, increíble como siempre. Me gustaría ponerme en contacto contigo para comentarte una cosa, a ver si te interesa. ¿Cómo puedo contactar contigo?
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