Mi vida no
es un combate de boxeo,
ni siquiera
me subo al ring a pelear
cuando las
opciones de vencer son escasas,
siempre
arrojo vencido la toalla a destiempo
convencido
de que, a la larga, es lo mejor.
Mi vida no
es una carrera de fondo,
ni siquiera
sé si debo echarme a correr,
siempre
pensé que era cosa de cobardes,
ando siempre
en círculos, no tengo remedio,
soy hombre
de movilidad sentimental reducida.
Mi vida no
es una partida de cartas,
nunca
apuesto por mí a número ganador,
no hago
trampas, no escondo un as en la manga,
me es
imposible fingir pasión, alegría o tristeza,
ya lo has
visto mil veces, nunca sé ir de farol.
Y luego ando
arrastrando mis daños
por las
esquinas rotas de la tristeza,
lamentando
mi maldita mala suerte,
la brevedad
de las rachas de viento favorable,
la nula
relevancia del papel de actor secundario.
Pero ya lo
dijo una vez Lapido:
a la hora de
la verdad, nadie besa al perdedor.
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