A veces quiero decirte que echo de menos tenerte en casa,
que cada día de este invierno apuñala con furia mi pecho
porque sin ti el frío se vuelve enfermedad crónica y duele,
a veces quisiera tenerte desnuda tumbada en la cama
y convertir cada rincón de tu cuerpo en un lienzo vacío
donde escribir todos y cada uno de los versos que me inspiras:
"Que tu
abrazo sea la camisa de fuerza de mi locura"
"Plántame
en una maceta y ven a lloverme"
"Atraes
mis besos con la fuerza de gravedad
de cada uno de
los lunares de tu espalda"
"Abre los
ojos, ilumina mi madrugada"
"Mi corazón
quedó atrapado en el túnel de tu boca"
Pero el tiempo es un asesino de pasados breves y fugaces
y ahora es conveniente que yo sea un silencioso espectador
que observo y tan sólo escribo pensamientos en mi cuaderno,
guiado por una brújula que ni siquiera funciona
o por la rosa de los vientos de tu sexo que recuerdo de memoria.
No. No más versos de ti. No funciona. Que el destino haga su trabajo.
"Sólo me
gustas dos veces al año: cuando llueve y cuando no"
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