Resbala.
Corre lenta
acariciando
mi mejilla,
lleva en su
interior
el salitre
del mar,
el recuerdo
de tu cuerpo,
la paz de tu
voz de brisa,
la tibieza
curativa
de tus
pechos de canela.
Resbala.
Me grita tu
nombre.
Llega hasta
mis labios
y me besa,
baja por mi
cuello,
sensual,
quiere
llegar a mi pecho,
instalarse dentro.
Resbala.
Escuece.
Dicen que
así
es como cura
todo,
pero yo no
quiero
curarme de
ti,
que me
olvides,
que me silencies.
Resbala.
Resbalas,
entre mis
dedos
huyes,
te escapas,
vas a sus
brazos
y dejas mi
abrazo hueco.
Resbala.
La siento.
Me inunda.
Naufrago en
su corriente
vertiginosa,
la pierdo
poco a poco
y me pierdo,
me hago
olvido.
Resbala.
Sin pedirme
permiso,
sin venir a
cuento,
haciendo del
día lluvia,
frío polar,
nieve en la
ventana,
primavera
que me esquiva
y no me
sacia.
Resbala,
eres tú, es
ella.
Toca mi piel
hecha al
tacto de tus manos,
arrastra con
ella este sinfín
de cosas por
hacer contigo.
Resbala.
Lágrima.
Luna.
Musa.
Tú.
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