Ese lugar
donde se cruzan los caminos rectos
que van a
parar al mar,
donde
confluyen las fantasías eróticas
de
aquellos que te esperan y desean,
donde no
existe tiempo ni espacio
y el
sagrado misterio de tu sexo
fluye por
mis venas mezclado con mi sangre.
Ese lugar
donde vuelves a habitar mi cama,
donde pago
tributo por mis pecados
atado a la
suave cruz de tus brazos,
donde hay
una gravedad distinta
en cada
lunar de tu espalda
y el
origen del universo sólo se explica
si miro al
fondo de tus ojos felinos.
Ese lugar
donde tú das la paz y la quitas
para
desatar una guerra de cuerpos desnudos,
donde no
hay más refugio que tu ombligo,
donde la
energía ni se crea ni se destruye,
se
transforma en tu orgasmo de fuego,
donde tus
manos son principio y fin de siglo
y tus
piernas los ríos del olvido.
Ese lugar
donde tu pelo huele a jazmines,
donde tu
risa es banda sonora de mis poemas,
donde la
unidad de medida son tus pechos pequeños
con tus
pezones del color de la tierra que pisamos,
donde no
hay razón para huir si no es
hacia la
dulce agonía que provocan tus labios,
donde
estás tú y yo estoy estrechando tu sombra.
Yo he
estado en ese lugar, que eres tú misma,
y desde
entonces no imagino otro destino
que vivir
para siempre intentando volver,
aunque me
cueste la vida,
aunque
sólo lo alcance durmiendo
y al
despertar, de nuevo me encuentre de cara
con una
realidad que me cuenta que te marchaste.
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