Follarnos
despacito,
como
dos amantes que se regalan la vida,
que
se saben vencidos al juego del amor,
que
se conocen de sobra
pero
cada día descubren algo nuevo,
un
punto que aún no se han tocado.
Follarnos
despacito,
como
caen las hojas de los árboles,
meciéndote
al son de versos que aún
naufragan
sin ser vistos en el fondo de mi boca,
como
la suave brisa del mar
o el
arrullo del viento en la ventana.
Follarnos
despacito,
dejando
la prisa a un lado de la cama,
volando
juntos como restos de una nube,
sin
pensar ni un momento en el mañana,
sin
la urgencia de tener que dejar, veloces,
la
seguridad protectora del colchón.
Y
follarnos,
follarnos
hasta que los rayos de sol
le
dibujen sombras a tu espalda,
follarnos
hasta que le sangren los ojos al destino,
follarnos
hasta la llegada del fin del mundo
a la
piel suave de tus pechos.
Follarnos
como se lamen las heridas dos perros,
como
se busca el sentido de la vida:
despacio,
sin freno, sin pausa, mil veces,
haciendo
sonar nuestros cuerpos en el vacío,
rompiendo
normas, reglas y conjuros...
Pero
follarnos.
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