Perder la sonrisa un martes
y encontrarla al día siguiente
colgando infinita y brillante
de una mueca de tus labios.
Perder la sonrisa un martes
y localizarla un jueves madrugada
en esos ojos que te miran
en la oscuridad de un garito.
Perder la sonrisa un martes
y chocarte con ella en el andén dos
debajo de una camiseta
jugueteando con tu ombligo.
Perder la sonrisa un martes
y hallarte a ti vestida de domingo
en el penúltimo verso de un poema
para ya nunca dejar de sonreír…
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