“El blanco no es
ningún color,
es la ausencia de
color”,
decías…
Yo soy el blanco
entonces,
soy la ausencia de
ti,
el vacío de tu
cuerpo.
Siempre creí
que el negro era el
color de la nada,
el color del inmenso
infinito,
del silencio.
“El invierno huele a
naranja
y mandarina, a
castañas asadas,
al jabón de casa de
tu madre”.
Me perdería en el
azul
del mar,
cruzaría a nado esa
profundidad verdosa
hasta llegar a ti.
Y te encontraría
rosada,
con el color del
fuego de tu piel,
con ese sabor a sal
de tus pechos
desnudos.
Y me vestiría aprisa,
casi sin pensar,
después de hacerlo
contigo.
En el tren de regreso
aspiraré tu aroma,
lentamente,
igual que el humo
gris
de uno de mis
cigarrillos.
Y me quedaré solo,
con mi blanco y mi
negro,
con el azul y verde
del mar,
con el rosado de tu
rostro
y mi humo gris,
con tu todo y mi
nada…
preciso poema ,sobre todo me han enamorado los 6 primeros versos.
ResponderEliminarUn besazo
Me gusta el abanico de colores que, después de todo, queda recogido en ti.
ResponderEliminarM.